lunes, 5 de febrero de 2007

Capitulo 6: Las mujeres son ángeles. (relata Egro - dibuja Marcos "Laky" Luc)


- ¡Ay! ¡Moisés! – grité mientras me tapaba la nariz.
- ¡Bueno! No me aguanté – contestó el muy asqueroso.
Me metí abajo del agua y salí hacia la superficie, el pibe me hace una seña, me acerco nadando.
- ya se fueron – me dijo.
Volví a buscar a Moisés y salimos del agua. En el apuro me metí con el sobretodo, ahora parecía que llevaba un tipo a cococho de lo pesado que estaba mi ropa.
Le agradecimos al pibe y ni se enteró, ese chico parecía vivir en el agua.
Empezamos a caminar por la orilla del río, no queríamos que nos vieran, seguro que todavía andaban por ahí.
Mientras vamos caminando por un caminito que, al parecer, se había formado por el constante paso de gente. Alcanzo a divisar el puente y logro reconocer a dos de los hombres de Moralez, empujo a Moisés para que se tire al piso, al caer golpea su pera en una roca bastante grande, se retuerce, no grita, al parecer entendió por qué lo empujé. Siento un ruido entre la vegetación y me quedo inmóvil. Más adelante salen dos hombres más, no miraron hacia atrás, mi corazón retumba, Moisés no deja de frotarse la pera. Los hombres se hacen señas con los que están en el puente, estos se suben a un vehículo y dan una vuelta en U, los que están abajo llegan al puente, discuten, uno amaga con pegarle al otro y comienzan a caminar hacia el pueblo.
- levantate Moisés, tenemos que llegar a la ruta, pero no se si es bueno hacerlo por acá.
- La próxima vez decime que me tire al piso en vez de pecharme hijo de puta – Moisés me sorprendió, creo que es la primera vez que me insulta de esa forma.
Llegamos al puente y de repente, de atrás de un árbol se me tira encima un tipo, rodamos hasta el río y caemos dentro de él, me pega una trompada, me sumerge e intenta ahogarme, yo no puedo defenderme, aún estoy estupefacto. De un momento para otro el tipo me suelta, saco mi cabeza fuera del agua y respiro, Moisés tiene una gran rama en la mano, el que me estaba golpeando ahora yacía al costado del río sangrando por su frente, respira, está vivo, aunque si dije que respira es al vicio aclarar que está vivo, pero es como un reflejo: “se mueve, está vivo” “el corazón le late, está vivo” ¿Me explico?
Siento un grito, nos vieron los dos que se fueron al pueblo, siempre andaban de a dos, me extrañó que me haya atacado sólo uno. Trepamos al puente y comenzamos a correr por la ruta, otra vez disparos, nunca en mi vida había escuchado tantos disparos en tan poco tiempo y todos dirigidos hacia Moisés y yo. Moisés va delante de mí, un auto frena bruscamente haciendo chirriar sus gomas y una voz de mujer grita que subamos. Moisés se tira por la ventanilla de acompañante y yo abro la puerta de atrás, un disparo destruye el vidrio de la luneta, me hago un bollo en el asiento, el auto arranca y la mujer nos pregunta si estamos bien.
- creo que si – contesto - ¿estás bien Moisés?
- Si, pero creo que se me está hinchando la pera.
- Llegué justo, quizás esos tipos no los alcanzaran, pero seguro están viniendo los dos que crucé mientras venía para acá, estos les van a avisar y se van a venir como un rayo hacia nosotros – la mujer hablaba y maniobraba, íbamos pasando autos y colectivos como si fueran postes.
- ¿Y vos quién sos? – le preguntó Moisés.
- Después les explico, pónganse los cinturones de seguridad, vamos a Valle Hermoso sin escalas.
- Esperá – le grité – en vez de Valle Hermoso podrías llevarnos a La Falda, tenemos que ir al hotel Edén.
- ¿Qué te creés que soy un remis yo? Los dejo en la entrada, al hotel llegan ustedes – la conductora no sacaba la mirada de la ruta y el auto se bamboleaba de un lado al otro, era muy bonita, y el baboso de Moisés no dejaba de mirarla.
- Al lado tuyo hay una mochila, es para ustedes, abrila – me dijo mirándome con sus bellos ojos por el espejo retrovisor.
- ¡Que asco! ¡Acá hay una toalla femenina usada!
- Ah, si, esa es mi cartera, la mochila está en el suelo.
De la mochila saqué una bolsa de tela, marrón, un cordón la mantenía cerrada, lo desato, me quedé sin aire del asombro, Moisés se dio cuenta y, aún no entiendo como hizo, me metió una patada en el pecho, lancé un quejido y la respiración volvió.
- ¿Qué te pasó? ¿qué hay en la bolsa? – me preguntaba Moisés mientras su pierna volvía hacia la parte de adelante del vehículo.
- Es… es…¡El medallón!
- Si, me dijeron que eran bastante estúpidos, el tipo del bar les dijo que era el guardián del medallón y ustedes se fueron sin él. Ahora, hubo que inventar un personaje para que apareciera en el auto y les trajera el medallón y los salvara de los tipos que los venían siguiendo, aparte también por todo esto del machismo y el feminismo, ya hay mujeres quejándose de que no hay mujeres en esta historia – explicó la mujer y agregó – buscá en la mochila, hay algo más para ustedes.
- ¡Es un teléfono celular! Siempre quisimos tener celular – exclamé y a Moisés se le escapó una lágrima.
- Si, es para que se comuniquen conmigo apenas lleguen al hotel, antes de entrar marcarán el uno y la tecla numeral, me llamará automáticamente, les daré instrucciones, estamos en La Falda, bajen y apúrense – dijo mientras estacionaba el auto a tres metros del cordón de la vereda.
Corrimos hacia una calle que no fuera la principal, preguntamos en un almacén como llegar al hotel y una señora nos indicó, teníamos bastante por caminar.
Moisés me recordó que teníamos los $10 así que compramos unos sándwiches y una gaseosa y arrancamos para el hotel.
No podía creer que tenía el medallón en mis manos, aunque el tipo del bar nos dijo que el medallón no era importante, ahora faltaba descubrir que era eso de la Remolacha Suprema.
- Egro, que sándwiches de mierda compraste.
- Si, la verdad es que están fieros che.
- ¡Egro! ¡Cuidado! – los ojos de Moisés se abrieron de tal forma que podrían haberse salido de sus cuencos. Dándole un trago a la gaseosa me di vuelta y lo vi... mi naríz parecía una cascada y en la parte de atrás de mis pantalones se formó un bulto.