lunes, 4 de diciembre de 2006

Capitulo 2 - La Largada (relata Egro - dibuja Marcos "Laky" Luc)




No dormí en toda la noche, me tenía mal que Moralez tenga en sus manos el mapa, pero lo peor era tener que levantarme al baño cada cinco minutos, Moisés había vuelto a preparar arroz con leche y me aflojó todo.
Cuando al fin pude dormir un sueño se precipitó sobre mi: mientras estaba yo parado en una esquina centrica de Nueva Córdoba se para un BMW frente a mi, el vidrio polarizado bajó lentamente y, para mi asombro, se dejaba ver el rostro de nada más ni nada menos que Ricky Martin, se quedó unos minutos en silencio y por fin rompió el silencio: “tu, loca manía, has sido mía solo una vez, dulce ironía, fuego de noche, nieve de día”. Me desperté exaltado, mi lecho era una basta laguna de transpiración, corrí al baño y ya sentado en el inodoro se me prendió la lamparita, siempre me olvidaba durante el día de cambiarla, era cansador entrar al baño y no tener luz, “debe ser algún cortocircuito” me decía Moisés cada vez que hablabamos de eso. Los baños tienen que ser iluminados, a mi me gusta leer mientras hago mis necesidades, es un lugar muy intimo, y si yo agarraba lo que fuera que estuviera leyendo la luz, como apropósito, se apagaba. Moisés golpeó la puerta del baño.
- ¿Qué pasa Moisés? ¿Tengo que estar en el baño para que te den ganas? – le pregunté un tanto ofuscado.
- Es el arroz con leche, aparte por la cerradura se ve que se prendió la lamparita, me aguanté toda la noche, sabés que me da miedo cagar sin luz.
Me enterneció, salí y mientras nos cruzábamos en la puerta emanó una de las flatulencias más espantosas que sentí en mi vida, antes de poder darme vuelta y meterle un soberano chirlo ya había cerrado la puerta.
Cuando dejé de vomitar en la pileta de la cocina me acordé del mapa, eran las cuatro de la mañana, agarré el teléfono y llamé a un amigo.
- ¿Hola? A estas tempranas horas de una tan cálida madrugada ¿Quién es el reverendo hijo de puta que hace me sonar el puto teléfono? – se escuchó del otro lado.
- Hola Pedro, soy yo Egro, necesito que me consigas el disco de Ricky Martin donde sale el tema Fuego de Noche Nieve de Día, lo necesito urgente.
- Bueno Egrito de mi corazón. Te lo tengo en media hora porque no creo poder volver a conciliar el sueño después de tu muy oportuna llamada, espero que agarrar el tubo del teléfono no te haya impedido poder seguir rascandote las pelotas, un abrazo – y cortó.
Moisés salió del baño, parecía más flaco y pálido.
- Moisés, no te acostés (mirá vos, Moisés y acostés riman) vamos a buscar el auto, ese mapa es más importante que nuestras propias vidas nuestras de nosotros – le dije mientras agarraba mi sobretodo, las llaves y mi View Master.
Lloviznaba, la ciudad estaba casi desierta, la humedad me hacía pensar que tendríamos que habernos duchado antes de salir, el olor me lo confirmaba.
Pasé por el frente de la casa de Moralez, las luces estaban prendidas, había movimiento.
- esto va a ser una carrera Moisés, tenemos que arrancar ya, seguro que Moralez y sus hombres salen en cualquier momento, tienen el mapa y saben que nosotros también, esto no es importante solo para nosotros, si no también para el mundo, creo que el compromiso de cada hombre se ve cuando deja parte de su orgullo para salir de la comodidad que otorga la sociedad, el hogar y el sillón que tanto me está costando pagar para salir a luchar contra fuerzas que ni conoce, para adentrarse en un camino lleno de obstáculos donde la misma vida puede ser el precio de alcanzar la meta – terminé de decir, quizás, las palabras más importantes de mi vida, un discurso imponente, a Moisés, un delgado hilo de saliva le colgaba de un costado de la boca.
Llegamos al edificio donde vivía Pedro, toqué el 5to A y me atendió una viejita de no menos de ciento ochenta años.
- Holaaaaaaaaa – tenía una voz aguda y quebradiza.
- Hola, disculpe, me equivoqué de departamento señora.
- ¿Usted es de esos que andan robándoles a las viejitas como yo?
- No señora, me equivoqué de botón, se me escapó el dedo.
- ¡Degenerado! ¡Usted no me va a meter ningún dedo! – la situación se estaba llendo hacia terrenos abstractos.
- No señora, tenía que tocar más arriba, y le toque el botón a usted.
- ¡No me va a tocar ni más arriba ni más abajo! ¡Abrase visto tal desfachatez de venir a querer sobrepasarse de una viejita jubilada como yo!
Se abrió la puerta del edificio y un guardia muy pero muy grande, me agarró del cuello del sobretodo y del cinturón que sostenía mis pantalones y me balanceó, a un ritmo perfecto, unas dos o tres veces para terminar arrojándome contra las bolsas de basura que estaban en la vereda. Volví al auto y desperté a Moisés.
- Andá vos, tocale el timbre a Pedro, decile que estamos abajo.
Moisés fue bostezando con andar meneante hasta el portero electrónico del edificio. A los cinco minutos lo veo balancearse cual hamaca colgando de los brazos del enorme guardia para luego caer casi exactamente en el mismo lugar donde otrora hubiera aterrizado yo.
- che, parece que el Pedro no vive más ahí, ahora vive una viejita paranoica – me decía mientras se sacaba un pañal usado de adentro de la camisa.
- Te diría que sos asombrosamente estúpido pero a mi me pasó lo mismo, me resta autoridad, en fin, zafaste. –
El tiempo apremiaba, fuimos a un teléfono público y llamé a Pedro.
- ¿Hola? ¿Acaso podría usted ser tan amable de proporcionarle la información adecuada para yo saber la ubicación exacta de la sede del honorable club donde se realizan las gratas reuniones de atómicos pelotudos que se dignan a romperme las pelotas por teléfono a estas horas? – la voz de Pedro sonaba apacible, eso me libró de culpas por llamarlo a esas horas.
- - Pedrito, hermano, estoy abajo ¿tenés el CD?
- Lo grabo y bajo Egrito, corazón, criaturita – y cortó, segunda vez que se cortaba sin que pueda saludarlo, la telefonía nunca me cayó bien.
Volvimos al edificio y justo bajaba Pedro, tiró el CD desde el palier y le pegó a Moisés en la frente, este se despertó para agarrarlo, meterlo en el estereo y seguir durmiendo. Puse la canción, por algo había soñado eso, miré el mapa y puse en marcha el auto, teníamos que ir hacia la primer escala de nuestro viaje, teníamos un poco de ventaja, el mundo estaba a merced del que llegara primero a destino, si lo hacíamos nosotros todo seguiría normal, si por el contrario Moralez se nos adelantaba sería un desastre total. Arrancamos rumbo a Carlos Paz, teníamos que llegar hasta la montaña mágica “esa que tiene una M grandota” como le decía Moisés.
Puse primera y aceleré a fondo, Moisés golpeó con la nuca en el respaldar del asiento y con los dientes en la guantera.La carrera había comenzado.