martes, 20 de febrero de 2007

Capitulo 8: Más cerca de la Remolacha Suprema (relata Egro - dibuja Laky)



Estoy acostado en el patio del hotel Edén, dormimos en un escenario que tiene un techo, creo que de cemento, no soy arquitecto, tampoco albañil, y si no fuera necesario ser algo de eso para saberlo, simplemente no lo sé. Me levanto, Moisés está acostado muy cerca del borde, lo despierto, se cae, me putea, nos saludamos.
-Che Moisés ¿Dónde está la mina que nos trajo?
-Supongo que durmiendo en alguna habitación, creo que es la hija del conserje.
-¡¿Y por qué dormimos afuera nosotros?!
-Que se yo, me conformo con que nos tire una medialuna.
Furioso me acerco a la conserjería, le pego al timbre que se encuentra en el mostrador, unas 37 veces. Cuando levando la vista del timbre se encontraba un hombre, de unos 55 años, apoyado sobre su codo, mirando el pequeño artefacto.
-¡Al fin viene alguien! – le grito.
-Señor, yo siempre estuve acá, estaba agachado atándome los cordones, cuando usted toco el timbre por tercera vez me levante, pero lo ví tan concentrado que no quise interrumpirlo – me contestó mientras acomodaba unos papeles que estaban sobre el mueble.
-Perdón ¿no vio una chica que entró anoche? Estaba con nosotros pero nos dejó durmiendo en el patio.
-Si, ya vuelve, fue a buscar leche, se nos acabó y aproveché para mandarla, Alejandra, mi hija – y mientras se alejaba hacia otra habitación preguntó - ¿Quieren tomar algo para el desayuno?
-¡Si por favor! – Exclamó Moisés sacándome del mostrador y dejando caer un hilo de saliva sobre el mismo.
-Va a tener que ser café, como dije recién, la leche se nos acabó ¿lo quieren con criollos, facturas con dulce de leche o medialunas?
-¡¡¡Con facturas con dulce de leche!!! – Moisés dejó caer una lágrima.
-Le di las últimas 13 a Marcos, mi sobrino, el que está en aquella mesa.
La mesa que nos señaló estaba en un rincón del salón, sentado en ella había un ser gigantezco, con vestiduras deterioradas y, por el cuello de su remera salían parvas de pelo, sus brazos y sus piernas también cubiertos de ellos. Una cabellera bastante sucia y larga caía desde su cabeza hasta la mitad de su espalda, no dejaba de sorprenderme su tamaño, pocas personas había visto en mi vida con semejante contextura física.
-¿Eso es su sobrino? ¿Cómo dijo que se llama? – pregunté sin dejar de mirarlo.
-Si, recién llega, viene cada dos o tres días a comer, anda por la ciudad jugando a los equis man. Su nombre es Marcos
-Ecsmen
-¿Qué?
-Se pronuncia ecsmen.
-Andá a corregirlo, el dice que es de los equis man
-¿Corregirlo? Usted está loco.
-No me jodás entonces.
-Moisés ¿No te suena ese nombre? – hablo en voz baja, no pretendía generar ningún tipo de enfrentamiento con el tal Marcos.
-Egro… te puedo llegar a nombrar aproximadamente unos 15 Marcos en menos de 10 segundos, es un nombre muy común, no preguntés pelotudeces que tengo un hambre que parecen dos – Moisés se ponía bastante agresivo cuando pasaba tiempo sin comer.
-Pero es que a mi me parece que ese es el tipo de la casa abandonada.
-¿A ustedes también? Este chico me va a meter en algún quilombo a mi – me interrumpió el conserje.
-Pero, sus ojos eran rojos, a él casi no lo vi, pero si sus ojos.
-Son unos anteojos que le regalaron para su cumpleaños, tienen unas lucecitas y el dice que es "Trípode" de los equis man.
-Ciclope, de los ecsmen.
-Ahí te lo llamo
-Y yo le cago en el parquet.
-Entonces no me jodás.
-¿Criollos? – preguntó Moisés.
-No, somos de Uruguay pero vinimos hace un año a vivir a La Falda, teníamos problemas allá, económicos, y Alejandrita quería estudiar una carre…
-¡Criollos para el desayuno! – Moisés tenía un derrame en el ojo izquierdo bastante severo.
-No pibe, los trae Alejandrita con la leche.
-Bueno, entonces medialunas.
-No vas a tener suerte, las dejé arriba de la mesa Marcos las vio, se las comió antes que le de las facturas con dulce de leche.
-¡Te voy a matar viejo hijo de mil puta! ¡Me ofreciste cosas que no tenías! ¡Jugaste con mis sentimientos! – tuve que agarrar a Moisés porque parecía dispuesto a cualquier cosa.
Marcos se levantó de la mesa y se acerco, entre la cortina de pelos que le tapaba la cara se podían ver dos ojos pacíficos, inocentes, sin que yo alcanzara a saludarlo me metió un manotazo en el pecho y quede boca arriba debajo de una mesa que estaba a unos 15 metros.
-¡Señor, pareló! – gritó Moisés, al parecer ya se había calmado.
-No, no te hagas drama, se ve que escuchó insultos y se le despertó por un instante sus instintos nocturnos, se confundió y en vez de pegarte a vos, enano prepotente, le pegó a tu amigo. – explicó el conserje mientras acariciaba al grandulón.
-¿Instintos nocturnos? – pregunté desde debajo de la mesa.
-Si, Marcos tiene un problema de doble personalidad, con el sol se vuelve completamente pacífico, pero apenas anochece se transforma en una bestia, se vuelve agresivo e irracional.
-¡Ah la perinola! – dijo Moisés.
-Pero a nosotros nos atacó de día – yo seguía debajo de la mesa.
-No los atacó, estaba jugando – el viejo seguía acariciándolo.
-¡A mi casi me ahorca!
-No, le gusta jugar así, al ratito nomás lo suelta y se va.
-¿Y cómo lo controlan en la noche?
-La pobre Alejandrita le muestra sus pechos, el queda como hipnotizado y la sigue hasta una habitación que tuvimos que construir especialmente para que el no pudiera destrozarla.
-¿Me da café aunque sea con un pedazo de pan duro? – suplicó Moisés.
-Al pan duro se lo damos a una señora para que nos traiga budín de pan a la tarde.
-¡La puta que te parió! – gritó Moisés tratando de treparse al mostrador, por suerte yo ya estaba nuevamente a su lado para frenarlo, en milésimas de segundo estaba nuevamente debajo de la mesa en la misma posición, no descartaba que Marcos tuviera algún problema personal conmigo.
Alejandra llegó con la leche y los criollos, nos sirvió un desayuno y nos dio ropa para que nos cambiemos.
-esta ropa esta sucia Alejandra – le dije suavemente para no ofenderla.
-Si, me la encontré tirada, pero la de ustedes estaba peor, tuve que quemar el auto.
Alejandra nos comentó lo de la Remolacha Suprema. Detrás del hotel un chamán enterró una semilla, allí creció una remolacha, la particularidad que este tubérculo poseía era la de proyectar, a una hora exacta de un día exacto de un año exacto una luz roja que marcaba el lugar exacto donde se encontraba exactamente la clave exacta que abriría una caja fuerte. En la misma había una llave, la llave abría un cofre, el cofre contenía la segunda parte del mapa.
-pero el tipo del bar nos dijo que la remolacha era muy poderosa – acotó sabiamente Moisés cuando Alejandra terminaba de explicarnos todo esto.
-Si, la remolacha es muy poderosa, pero ningún ser humano podría manipularla – explicó Alejandra y agregó – los nazis buscaron la remolacha hasta el cansancio, Hitler pensaba que si la conseguía, ganaría la guerra con mucha facilidad, y no se equivocaba, pero cada soldado que intentó arrancarla murió en el intento.
-¡Ah la perinola! – volvió a exclamar muy acertadamente Moisés.
-¿Y dónde está la remolacha? – pregunté mientras le daba el primer sorbo al café con leche que estaba helado y agregué - ¡me cago en la mierda!
-Tenés que buscarlo en tus sueños, la clave está en tus sueños... y en Marcos – contestó la muy turra.
Salí del salón, me senté en el pasto "que busque en mis sueños" pensaba "esta pelotuda se quiere hacer la Pitonisa" seguía pensando. Veo algo extraño en un árbol, me acerco, me caga una paloma en el hombro, vomito y tosiendo leo lo que estaba tallado en el tronco: "la culpa la tiene el mono". Más abajo había otra leyenda ¿Sería un mensaje? Me agacho y leo: "puto el que lee". Moisés se reía atrás del árbol, intento agarrarlo y este corre hacia el salón, esta vez no se me iba a escapar. Apenas entro lo veo esconderse tras una cortina "¡Ya te vi hijo de p…!" antes que termine la frase me encuentro nuevamente debajo de la mesa con el pecho cerrado. Increíble, o sea, yo dije "ya te vi hijo de p…" y "uta" lo dije debajo de la mesa boca arriba. Ya se que es difícil de creer, pero yo lo viví.
Decidí quedarme ahí, pensar, en mis sueños, en lo que trataba de decirme la yegua que, al parecer, se sentía el señor Miyagui. En mis sueños, que piense en mis sueños… y en el gigante peludo.

martes, 13 de febrero de 2007

Capitulo 7: Las Mujeres son Angeles "Vol II" (relata Egro - dibuja Marcos "Laky" Luc)


Doy tres pasos hacia atrás, trastabillando, antes de caer al piso, Moisés me alcanza a tomar de una de mis patillas, no desvío la mirada, pero tres lágrimas salen disparadas de mi ojo izquierdo, lo juro, la fuerza con la que salieron era inmediatamente proporcional con el dolor que sentía en el hemisferio de mi cabeza situado del mismo lado en el que se sitúa el corazón (izquierdo… pavo), casualmente, el costado de donde colgaba yo de una patilla fuertemente presionada por Moisés. Lo que inicialmente me convulsionó comenzaba a tornarse borroso. Como pude me levanté, empujé a Moisés y comenzamos a correr, nunca dejé de mirar hacia atrás, lo que provocó que pisara el talón de Moisés, se le salió la zapatilla a medias, antes de caer se abrazó a un poste, yo pase de largo y la implacable ley de gravedad provocó un fenómeno bastante extraño: mi pecho golpeó el asfalto y se elevó, luego comprendí que no quedaría así, suspendido, con los brazos abiertos, la vista perdida a causa de la velocidad y una incertidumbre que bien podría ser comparada con un pétalo de rosa encontrándose dentro de un huracán. Lo demás fueron 57 rebotes con distintas partes de mi cuerpo a lo largo de los 100 metros, los cuales pertenecían a una empinadísima cuadra de una tranquila y cálida calle de La Falda. Durante los primeros 10 metros, a decir de Moisés, la secuencia podría haber sido:
Pecho, codo, mentón, espalda, quejido, pecho, pecho, bocanada de aire, codo-rodilla, frente, pequeño llanto, pecho, insulto hacia la virgen de Guadalupe, nuevamente pecho, disculpas hacia la virgen de Guadalupe, mentón, cadera. Luego de los 10 metros me perdió de vista ya que me había sobrepasado con su veloz carrera. No alcancé a terminar de caer que mi fiel compañero tuvo la sutileza de tomarme de la patilla de la cual no me había tomado antes (la derecha… re pavo) y me arrastró, me tiró detrás de una verja de una casa abandonada. “Moisés, creo que el único lugar que no me raspé fue mi fosa nasal izquierda… pero por dentro” dije con el poco aliento que me quedaba “¡Agachate!” ordenó y empujó mi cabeza hacia abajo sin darse cuenta que se encontraba empujando mi cara contra un pequeño charco de agua y barro, no podía respirar, pero increíblemente los dolores de mi rostro se habían aliviado.
Al levantar la cabeza vi a Moisés sentado de espalda a la verja, tomándose las rodillas y con la cabeza entre ellas, la misma pose que hacemos cuando intentamos auto-satisfacernos con la boca, algo imposible por cierto. Repetía una y otra vez “¡Que no se asome acá, por favor, que no se asome acá!” y una gran sombra tapó casi en su totalidad la fachada de la deteriorada casa, una especie de gruñido se escucho sobre mi cabeza, una fuerte y agitada respiración y un pequeño trueno se escapó de entre las piernas de Moisés, “Perdón” dijo ¡Rajemos” agregué yo. Al mismo tiempo saltamos uno por cada ventana rota hacia el interior de la casa, estaba oscuro, dos pedazos de luz entraban por las ventanas, por la increíble cantidad de polvo se formaban dos especies de bloques luminosos que se clavaban en una pared despintada. Agachado me acerco a Moisés, estaba a solo uno o dos metros cuando la puerta estalla en unos mil pedazos, como era de esperarse uno de ellos se incrustó en mi ombligo, lo sorprendente fue la ausencia de dolor. Una enorme silueta se interpone entre el sol y nosotros. Se acerca hacia Moisés, no había otra cosa que actuar, tomé un trozo de madera y le pegué, no se donde, una parte de él, supongo que la cara, se volteó hacia mi, dos óvalos rojos se plantaron ante mi, no veía a Moisés, pero lo oía jadear. Los óvalos se acercan hasta mi, algo me toma del cuello, la vista se me empieza a nublar, una sombra por la ventana por donde entró Moisés ¡Una mujer! Se ilumina esa parte de la casa, es la misma chica que nos trajo en el auto, se levanta la remera, sus perfectamente esféricos pechos quedan totalmente al descubierto, escuché que gritó “Marcos, acá tenes tu par de tetas” y mi cuello dejó de ser presionado, lo que fuera que me tenía presionado se escurrió por un lugar tan negro como el café negro, ¿entendés negro?, la mujer, sin guardar los pechos nos apuró “¡Salgan estúpidos!” corrí hacia fuera. Moisés sale después de mí, el auto estaba en marcha, subo al volante, Moisés me recomienda que baje del volante y me siente en la butaca de conductor. La chica entra gritando que arranque lo antes posible antes que sea demasiado tarde, algo se mueve en la casa, acelero a fondo, dejo de acelerar, pongo primera y salimos de ahí. “¡Dobla en la esquina hacia la izquierda, vamos al hotel!” grita ella, por el espejo retrovisor veo el rostro de Moisés, sentado, quieto y mudo, presiento que compartíamos el sentimiento, había desaparecido el medallón de mi memoria, nuestro propósito ahí me parecía tan lejano, el sol se presentaba intermitente, en cambio, las dos esferas ocupaban casi un 100% en mi mente, dos montañas de vida, aproximadamente un kilo y medio de poesía convertía la vida en primavera, estaba casi seguro, Moisés sentía lo que yo, ese par de tetas no se borrarían tan fácilmente de nuestras retinas, íbamos hacia el hotel Edén. Aunque ya no sabíamos a que.

lunes, 5 de febrero de 2007

Capitulo 6: Las mujeres son ángeles. (relata Egro - dibuja Marcos "Laky" Luc)


- ¡Ay! ¡Moisés! – grité mientras me tapaba la nariz.
- ¡Bueno! No me aguanté – contestó el muy asqueroso.
Me metí abajo del agua y salí hacia la superficie, el pibe me hace una seña, me acerco nadando.
- ya se fueron – me dijo.
Volví a buscar a Moisés y salimos del agua. En el apuro me metí con el sobretodo, ahora parecía que llevaba un tipo a cococho de lo pesado que estaba mi ropa.
Le agradecimos al pibe y ni se enteró, ese chico parecía vivir en el agua.
Empezamos a caminar por la orilla del río, no queríamos que nos vieran, seguro que todavía andaban por ahí.
Mientras vamos caminando por un caminito que, al parecer, se había formado por el constante paso de gente. Alcanzo a divisar el puente y logro reconocer a dos de los hombres de Moralez, empujo a Moisés para que se tire al piso, al caer golpea su pera en una roca bastante grande, se retuerce, no grita, al parecer entendió por qué lo empujé. Siento un ruido entre la vegetación y me quedo inmóvil. Más adelante salen dos hombres más, no miraron hacia atrás, mi corazón retumba, Moisés no deja de frotarse la pera. Los hombres se hacen señas con los que están en el puente, estos se suben a un vehículo y dan una vuelta en U, los que están abajo llegan al puente, discuten, uno amaga con pegarle al otro y comienzan a caminar hacia el pueblo.
- levantate Moisés, tenemos que llegar a la ruta, pero no se si es bueno hacerlo por acá.
- La próxima vez decime que me tire al piso en vez de pecharme hijo de puta – Moisés me sorprendió, creo que es la primera vez que me insulta de esa forma.
Llegamos al puente y de repente, de atrás de un árbol se me tira encima un tipo, rodamos hasta el río y caemos dentro de él, me pega una trompada, me sumerge e intenta ahogarme, yo no puedo defenderme, aún estoy estupefacto. De un momento para otro el tipo me suelta, saco mi cabeza fuera del agua y respiro, Moisés tiene una gran rama en la mano, el que me estaba golpeando ahora yacía al costado del río sangrando por su frente, respira, está vivo, aunque si dije que respira es al vicio aclarar que está vivo, pero es como un reflejo: “se mueve, está vivo” “el corazón le late, está vivo” ¿Me explico?
Siento un grito, nos vieron los dos que se fueron al pueblo, siempre andaban de a dos, me extrañó que me haya atacado sólo uno. Trepamos al puente y comenzamos a correr por la ruta, otra vez disparos, nunca en mi vida había escuchado tantos disparos en tan poco tiempo y todos dirigidos hacia Moisés y yo. Moisés va delante de mí, un auto frena bruscamente haciendo chirriar sus gomas y una voz de mujer grita que subamos. Moisés se tira por la ventanilla de acompañante y yo abro la puerta de atrás, un disparo destruye el vidrio de la luneta, me hago un bollo en el asiento, el auto arranca y la mujer nos pregunta si estamos bien.
- creo que si – contesto - ¿estás bien Moisés?
- Si, pero creo que se me está hinchando la pera.
- Llegué justo, quizás esos tipos no los alcanzaran, pero seguro están viniendo los dos que crucé mientras venía para acá, estos les van a avisar y se van a venir como un rayo hacia nosotros – la mujer hablaba y maniobraba, íbamos pasando autos y colectivos como si fueran postes.
- ¿Y vos quién sos? – le preguntó Moisés.
- Después les explico, pónganse los cinturones de seguridad, vamos a Valle Hermoso sin escalas.
- Esperá – le grité – en vez de Valle Hermoso podrías llevarnos a La Falda, tenemos que ir al hotel Edén.
- ¿Qué te creés que soy un remis yo? Los dejo en la entrada, al hotel llegan ustedes – la conductora no sacaba la mirada de la ruta y el auto se bamboleaba de un lado al otro, era muy bonita, y el baboso de Moisés no dejaba de mirarla.
- Al lado tuyo hay una mochila, es para ustedes, abrila – me dijo mirándome con sus bellos ojos por el espejo retrovisor.
- ¡Que asco! ¡Acá hay una toalla femenina usada!
- Ah, si, esa es mi cartera, la mochila está en el suelo.
De la mochila saqué una bolsa de tela, marrón, un cordón la mantenía cerrada, lo desato, me quedé sin aire del asombro, Moisés se dio cuenta y, aún no entiendo como hizo, me metió una patada en el pecho, lancé un quejido y la respiración volvió.
- ¿Qué te pasó? ¿qué hay en la bolsa? – me preguntaba Moisés mientras su pierna volvía hacia la parte de adelante del vehículo.
- Es… es…¡El medallón!
- Si, me dijeron que eran bastante estúpidos, el tipo del bar les dijo que era el guardián del medallón y ustedes se fueron sin él. Ahora, hubo que inventar un personaje para que apareciera en el auto y les trajera el medallón y los salvara de los tipos que los venían siguiendo, aparte también por todo esto del machismo y el feminismo, ya hay mujeres quejándose de que no hay mujeres en esta historia – explicó la mujer y agregó – buscá en la mochila, hay algo más para ustedes.
- ¡Es un teléfono celular! Siempre quisimos tener celular – exclamé y a Moisés se le escapó una lágrima.
- Si, es para que se comuniquen conmigo apenas lleguen al hotel, antes de entrar marcarán el uno y la tecla numeral, me llamará automáticamente, les daré instrucciones, estamos en La Falda, bajen y apúrense – dijo mientras estacionaba el auto a tres metros del cordón de la vereda.
Corrimos hacia una calle que no fuera la principal, preguntamos en un almacén como llegar al hotel y una señora nos indicó, teníamos bastante por caminar.
Moisés me recordó que teníamos los $10 así que compramos unos sándwiches y una gaseosa y arrancamos para el hotel.
No podía creer que tenía el medallón en mis manos, aunque el tipo del bar nos dijo que el medallón no era importante, ahora faltaba descubrir que era eso de la Remolacha Suprema.
- Egro, que sándwiches de mierda compraste.
- Si, la verdad es que están fieros che.
- ¡Egro! ¡Cuidado! – los ojos de Moisés se abrieron de tal forma que podrían haberse salido de sus cuencos. Dándole un trago a la gaseosa me di vuelta y lo vi... mi naríz parecía una cascada y en la parte de atrás de mis pantalones se formó un bulto.