domingo, 14 de enero de 2007

Capitulo 5 - El Bar de la Montaña (relata Egro - dibuja Marcos "Laky" Luc)


Legamos a Baillet Massé, lindo lugar, el aire, la tranquilidad, en estos lugares solía vacacionar con mis abuelos de niño, no recordaba a nadie que hubiera conocido en esas épocas pero el lugar era idéntico. Le dije a Moisés que fuéramos por la ruta, por ahí llegaríamos al viejo cine, por lo que yo recordaba, cuando yo venía aquí el cine ya no estaba en funcionamiento, lo más probable es que ahora fuera algún tipo de almacén o que ni siquiera el edificio estuviera en pie.
- che Egro, podríamos comprar algo para comer
- las últimas monedas que teníamos las gasté en el colectivo, no hay más plata – le expliqué a Moisés mientras las imágenes me llevaban a mi más tierna edad.
Mientras me observaba corriendo por esas calles y el nudo de mi garganta iba creciendo sentí un fuerte dolor en el sector derecho de mi cabeza, al parecer mi vista se nublo un par de segundos y caí de culo al piso.
- mirá, alguien nos hace señas desde ese camino que al parecer da al río – me señaló Moisés.
- ¡Hijo de puta te voy a matar! – grité furioso al ser que se perdía con el paisaje.
- Nonono, parece que te tiró esa piedra para que lo sigamos, debe ser el nieto del viejo hippie de la montaña.
- podría haber silbado en vez de tirarme con este pedazo de adoquín.
Lo seguimos, parecía que nos llevaba a un lugar seguro y oculto, el camino, si bien parecía un callejón habitado, sugería privacidad. Efectivamente, otra vez me equivoqué, yo debo ver demasiadas películas, todo lo que supongo termina siendo algo mucho más bizarro e insalubre, aparecimos en medio del balneario donde estaba lleno de gente, se nos acercó este personaje. Era un pibe de alrededor 15 años, con rastas, en cuero, con un jean improvisando una bermuda desflecada.
- hola, está lindo el río, vamos – nos dijo y corrió a zambullirse.
- Este pendejo no sabe quien nos está persiguiendo – antes de que termine de hablar me dí cuenta que Moisés ya se había puesto en cuero y estaba en el aire haciendo una “bomba” (acto de saltar para luego tomarse las pantorrillas formando una especie de posición fetal compacta en el aire, esto provoca que la caída cause un sonido y un estallido líquido que emula una bomba humana) para luego caer en el agua..
Me saqué el sobretodo y me metí con ellos, el pibe se acercó, se sumergió y luego de unos segundos salió a la superficie, con mocos que le caían de la nariz, los cuales se limpió con la lengua, hice una arcada, me entregó una caja de madera, pequeña, como un alajero… pequeño, era de madera, tenía un candado, pequeño, el pibe me dio una llave pequeña y se fue, nadando hasta un vado, 2gracias… pequeño” pensé, Moisés no paraba de tirarse de todas las formas que conocía: bomba y parado.
- vamos Moisés, creo que tengo el medallón – le dije mientras salía del agua.
- ¡Una más, una más! – me gritaba, a veces Moisés parecía un niño.
Me puse el sobretodo, es casi imposible describir lo incómodo que era tener los pantalones largos y la camisa totalmente mojados y arriba, ponerme el sobretodo.
Abrimos la pequeña caja, una soberana puteada de aproximadamente quince minutos salió disparada de mi boca, casi sin control, dije palabras que ni yo conocía, en la caja no estaba el medallón, había $10 y una nota.
Querido viajero, viendo y considerando que al comienzo de este viaje ya has encontrado a las personas que te empujen hacia esta travesía que te dejará parado en pilares tan delgados como el filo de un bisturí, debes entender que esto que tienes en la mano no son simples objetos, la caja esta hecha con madera del árbol más antiguo del mundo, adentro verás que hay un billete de de la moneda actual de la época, cada vez que el día se renueve habrá uno allí, no son acumulativos, nunca encontrarás más dinero que ese, la caja se actualiza automáticamente conforme cambie el valor del dinero en un radio de quince kilómetros. Lo primero que harás es ir un bar que se encuentra en la montaña, en el sector del puente por el cual sales de esta localidad, no te asustes viajero, el bar no es visible para todos, debes encontrar el lugar exacto donde podrás introducirte al bar, recuerda siempre esto, el bar no esta sobre la montaña, está dentro de ella.
Buena suerte y hasta luego.
- no entendí un sorete – comenté mientras hacía un bollo el papel y me lo metía en el culo.
- Es fácil Egro – contestó Moisés y yo lo miré esperando escuchar alguna gansada – es como en Harry Potter, cuando van a la escuela, la plataforma de ellos no se ve, pero ellos pueden pasar, nosotros tenemos que encontrar la entrada en esa parte de la montaña.
Efectivamente, Moisés también veía demasiadas películas, yo, ateniéndome a los antecedentes de mis deducciones, dejé que Moisés lo intentara, así se desengañaba con que esas cosas solo pasan en la ficción, o sea, eso de andar adivinando lo que va a pasar.
Llegamos al puente, no alcancé a apoyarme en ella cuando Moisés se reventó el hombro contra un pedazo de piedra mica. Otra vez más allá, pensé que esto estaba llegando muy lejos, Moisés empezaba a sangrar, el valor de la información empezaba a encarecerse. En el momento que me acerco para frenarlo, increíblemente pasa de largo y desaparece, mis ojos estaban tan abiertos del asombro que un cascarudo de esos amarillitos me pegó en la pupila y me dejó ardiendo de una forma insoportable. Me metí, era un bar, oscuro, frío, tendría aproximadamente dos mesas, o tres, había una que no se si contaba como mesa, en realidad estaba rota, pero era una mesa, o sea, había dos mesas que estaban siendo utilizadas y esa, la tercera, que según como se mire era una mesa, pero no era una mesa con el significado de un bar, a ver, no se si me explico, bueno, pasemos a la barra, era una barra común, desgastada, con hongos propios de la humedad, pero el olor de aquel lugar no era a humedad si no similar al aroma de la lluvia antes de llegar, tierra mojada que le dicen, el cantinero pasaba un trapo, limpiando la superficie. En una de las mesas había una mujer, muy particular, con la mirada fija en su vaso de vino, su cara poblada de arrugas y su vestimenta deteriorada. En la otra mesa estaba Moisés sobándose el brazo, me acerco al cantinero, saco la caja para buscar esos $10 y el tipo la mira perplejo.
- no señor, usted no necesita dinero aquí – me dijo mientras sacaba una botella de whisky de una repisa avejentada que era ocupada por unas cuantas botellas llenas de tierra.
Sirve tres vasos y me hace señas de que lo siga, sale de atrás de la barra y se sienta en la misma mesa donde estaba Moisés.
- ¿Ustedes están seguros de lo que están haciendo? – nos preguntó mientras miraba a su alrededor como si no quisiera que nadie lo escuche, como si, aparte de la mujer de la otra mesa hubiera habido más personas.
- No – dijo Moisés mientras le daba un soberano trago al whisky.
- Ya traigo la botella – rezongó el tipo mientras se levantaba y se iba para la barra.
- En realidad no se si estamos seguros, ni siquiera si sabemos en lo que nos metemos, yo conozco a Moralez, hasta ahí puedo ser conciente del peligro que corro y de que moví aguas que no tendría que haber movido, están pasando cosas que yo no imaginaba – le expliqué y probé, talvez la bebida más exquisita que había probado en mi vida.
- No se quien es Moralez, y todavía no han pasado nada, ustedes son ahora dos hombres comunes, inexpertos, débiles, en síntesis, unos pelotudos, pero a medida que puedan seguir este viaje, el cual puede terminar ya o llegar a su fin, van a adquirir herramientas y conocimientos que los van a ayudar y mucho, tienen que ser concientes de que no volverán a ser los mismos.
- ¡Hurra! – gritó Moisés, quizás no se sentía conforme de quien era, por otro lado, ya había tomado cuatro vasos de whisky, a decir verdad, no se si yo tampoco estaba conforme con lo que me tocó ser.
- Pero, ¿usted quién es? ¿qué significa este bar? ¿Cómo puede estar tan bueno esto que estamos tomando? – cuestioné con la lengua un poco fuera de control.
- Yo soy el guardián del medallón, sabrás que el medallón solo es el primer indicio, el medallón no significa nada más que una señal, su poder es ínfimo puesto al lado de la… - volvió a mirar para todos lados, se acercó para hablar más bajo – Remolacha Suprema.
Un silencio espectral invadió el bar, bueno, el silencio había sido siempre espectral, salvo que Moisés dejó de cantar “cachete con cachete, pechito con pechito” y se volvió a sentar en su silla.
- ¿La remoqué suqué? – preguntó Moisés tratando de apollarse con un codo en el borde de la mesa.
- Lacha prema – le dijo el cantinero y nos siguió explicando – este es un bar solo para viajeros especiales, esa mujer que está en la otra mesa es doña Jovita.
- Pero ¿doña Jovita no es un hombre? ¿Y qué tipo de viaje está haciendo? – pregunté mirando a la vieja, si, era doña Jovita.
- Ningún viaje, pero me hace cagar de risa cuando no está borracho - el tipo nos seguía sirviendo whisky y la botella siempre tenía el mismo nivel de liquido.
- Y este whisky, en ningún lugar van a encontrar esto, esta botella produce un whisky que al tomar contacto con la lengua transforma su sabor y es imposible que no sea sabroso para cualquiera, ahora váyanse, tienen que llegar urgente al hotel Eden de La Falda, no les puedo explicar lo que los espera allá, no voy a decir una palabra más, salgan de aquí y encuentren la forma de llegar antes del mediodía de mañana.
Agarré a Moisés y lo saqué de ahí, estaba acelerado pero su cuerpo no respondía, apenas salimos vi pasar uno de los coches de los hombres de Moralez, seguro que detrás vendría otro. Cruzamos corriendo, bueno, yo corriendo y Moisés colgado de mi cuello, aparece otro de los vehículos a gran velocidad y al vernos se nos tira encima, me tiro a un costado y a Moisés se le pasó el pedo del susto, el auto frenó y empezó a hacer marcha atrás, corrimos hacia el pueblo nuevamente, comenzaron los disparos. La gente empezó a cerrar las ventanas y las puertas, bajamos hacia el río, mientras cruzábamos Moisés vomitó, en mi pantalón, y se sucedieron los disparos, estaban muy cerca, por suerte no tenían puntería, por el otro lado corrimos hasta el balneario donde el pibe nos dio la cajita y lo vimos, nos hizo una seña y nos metimos al agua, Moisés haciendo bomba, obvio.
El muchacho nos hizo meter dentro de las compuertas del vado, abajo del agua, y ahí nos quedamos, rogando que no nos encuentren, Moisés se veía relajado, con los ojos a medio cerrar y algo salió flotando a su lado, algo marrón, entonces nos invadió un terrible hedor. Efectivamente, Moisés no eligió mejor lugar para cagarse que ese, cerrado, con poco oxígeno y sin posibilidades de salir, cuando empiezo a dudar si era el compañero que necesito, otro sorete emerge. El viaje va a ser duro ¿Serémos los indicados?

jueves, 4 de enero de 2007

Capitulo 4: El Viejo y los cubiertos (relata Egro - dibuja Marcos "Laky" Luc)


Pasó el tiempo, poco a poco nos fuimos conociendo, él era tan inocente, yo era tan estúpido, y a medida que transcurrieron los años fuimos siendo tan inocentes y estúpidos respectivamente y nunca cambiamos. Moisés siempre estuvo a mi lado, siempre me acompañó, siempre se tuvo que aguantar todos mis reproches, mis chirlos en la nuca, los pedos que me tiraba en la carpa cuando nos íbamos de vacaciones, mis ronquidos, mi cara de culo al levantarme, mi cara de culo al acostarme, mi cara de culo cuando él estaba en el baño, mi cara de culo cuando… claro, ahora que pienso… no es extraño que ninguna mujer durara más de dos semanas conmigo.
No podía tolerar que Moisés estuviera tirado a unos metros de donde estaba yo, el corazón me latía tan fuerte y rápido, pero no había tiempo, tenía que ver como estaba, quizás aún había esperanzas, tenía que haberlas. Seguí avanzando, ya casi sin fuerzas, con terribles dolores en absolutamente todo el cuerpo. Dos disparos más se escucharon y sentí los zumbidos tan cerca de mí que casi dejo todo el asado que había comido en el camino, el susto casi hace que digiriera todo más rápido de lo normal e inmediatamente lo expulse por mi recto haciéndolo deslizar entre mis pantalones dejando así un sendero de desperdicios tras de mi, no soy químico, ni médico, ni nada de eso, no se nada de anatomía, ni de sistemas reproductores, ni nada, pero sí puedo asegurar que casi me cago por los zumbidos, no se, es una cuestión de sentimientos, pasó uno, pasó el otro y sentí que salía, sentí que se asomaba, llámenme fantasioso, yo sentí la caca, y si no salió fue porque alcancé a retenerla. Un tercer disparo se escuchó y me cagué, tanto retenerlo, fue algo inexplicable, salió todo antes de que escuchara el zumbido, o sea, no se si son concientes de lo que les estoy diciendo, no soy físico, ni policía, pero sé lo que es la velocidad de una bala, y yo sentí el disparo, me cagué y luego el zumbido, increíble: disparo – caca – zumbido. La única ventaja es que al salir tan fuerte hizo una especie de propulsión y yo llegué hasta donde estaba Moisés, pobrecito, ahí tirado, me tiré a su lado y me corté el codo con una quijada de vaca, no se que podría haber estado haciendo una quijada de vaca ahí, la cuestión es que me cortó, sé encontrarle la ventaja a cualquier situación, y esta me cortó y así se salieron 45 espinas que tenía encarnadas en el codo, difícil de creer, 45 espinas en el codo, ni yo lo hubiera creído, no soy cirujano ni nada de… ¡Moisés respiraba!
- ¡Moisés! ¡Estás vivo! – grité tan fuerte que espeté una flatulencia, al parecer había quedado flojo pero adentro ya no había nada.
- Si ¿Porqué no habría de estarlo? – preguntó él, parecía que no sabía qué le había pasado.
- Dejame verte ¿no te duele nada? Fijate – le decía yo mientras lo revisaba de arriba abajo.
- ¡Egro! ¡Egro dejá de manosearme!
- ¡¿dónde te pegaron?!
- en ningún lado, sentí un disparo y me tiré al piso.
- Pedazo de julepe me hiciste pegar.
- Bueno, la próxima te aviso cuando me esté por tirar al piso para protegerme.
- Así me gusta, dale que tenemos que apurarnos, aparte hay un montón de gente enojada porque este capitulo sale tarde.
Los disparos se sucedían cada vez más seguidos y cada vez se escuchaban más cerca.
Empezamos a correr hacia la primera pata de la M de la montaña, ahí debía estar el medallón y era crucial que lo encontráramos antes nosotros. Estábamos llegando y una luz me encandiló dejándome casi ciego, venía de más arriba.
- ¡Acá hay un pozo! Alguien ya estuvo acá – dijo Moisés mientras yo me refregaba los ojos y me rascaba el testículo izquierdo.
- Si, fui yo – contestó un viejito que estaba mas arriba – pero el medallón ya no está ahí.
- ¡no puede ser! – grite – tiene que estar acá, yo lo sé, y si no fuera por el pelotudo de Moisés tendríamos que ser los únicos en saberlo.
- Estaba ahí – agregó el viejo – lo saqué, se lo di a mi hijo para que se lo lleve, y no son los únicos que saben del medallón ni de lo que significa. Los templarios ya buscaban el medallón, toda la vida se buscó el medallón, y sé quien sos y porqué buscás el medallón.
- Primero – dijo Moisés – lo de los templarios ya está trillado y segundo ¿¡Cómo pudo decir tantas veces la palabra medallón por el amor del cielo!?
- Vengan, vengan a mi guarida – dijo el viejo mientras se metía en un pozo.
- Debe ser alguna especie de casa subterránea – le expliqué a Moisés.
No, era un pozo, un simple y sucio pozo, de pedo entrábamos los tres, Moisés casi se larga a llorar cuando vio un cascarudo topo, el viejo tapó con unas ramas y pidió que hagamos silencio.
- hagan silencio – dijo.
- Señor, eso ya lo expliqué en el relato, no hace falta que lo diga, aparte una frase así de corta al pedo ocupa todo un renglón y ya había dicho yo que usted había dicho que nosotros no dijéramos nada – contesté.
Unas voces se escucharon afuera del pozo.
- no se pueden haber ido tan lejos, tendrían que estar por acá señor – decía una de ellas muy cerca nuestro.
- ¡La puta madre! ¡Son unos inútiles! ¿Será posible que en esta historia también caigan en la vulgaridad de poner lacayos estúpidos junto al villano? – esa era la voz de Moralez.
- Señor disculpe, pero mi coeficiente intelectual es de 198, el de Jorge es mayor aún, somos egresados con medalla de honor de Harvard todos y cada uno de nosotros, si en vez de ponernos a pensar, a diagramar un plan o algo parecido, nos da una pistola y nos hace trepar una montaña es porque el que no es muy despierto es usted, con todo respeto se lo digo.
- ¡Buenobuenobueno! Esteeee… ¡Vuelvan a la casa! Nos vamos, hay que encontrar a esos estúpidos o por lo menos averiguar donde llevan el medallón.
Se fueron, salimos del pozo muy rápido, el viejo parecía que hacía años que no se bañaba, nos llevó a una cabaña y nos dio un cuchillo y un tenedor.
- esto fue construido con la misma plata de la que esta hecho el medallón, es muy poderoso – explicaba mientras limpiaba los cubiertos.
- Pero, el medallón, según sé, no es el que contiene el verdadero poder, sólo nos guiará hacia donde está escondido la verdadera fuente de
- ¿Alguna vez te callás la boca? – me interrumpió el viejo - ¡Y dejá de decir “me interrumpió el viejo” “dijo Moisés” “contestó Fulanito”! con estos cubiertos podrás alimentarse sin gastar dinero, su viaje es demasiado largo y llegarán a lugares que nunca imaginaron. Solo clavando este cuchillo en cualquier animal este morirá instantáneamente, perderá la piel y en su interior los órganos quedaran todos adentro de bolsitas, así como venden el pollo en las pollerías ¿Entendés?
- Si
- ¡Callate! Bueno, luego, tendrás que clavar el tenedor, esto provocará que la carne quede al punto de cocción necesario y condimentado, listo para deleitarlos con un banquete. Hay algo que deben recordar, nunca, pero nunca, lo claven en un ser humano.
- ¿Por qué? – preguntó Moisés.
- Porque los cubiertos pierden todo su poder inmediatamente al introducirse en la piel humana, aparte los van a cagar a trompadas.
El viejo nos dio los cubiertos, nos preparo unas chipacas con chicharrón en una bolsita y nos dijo que fuéramos a Bialet Masse, al cine viejo, que esta a metros de la ruta, ahí nos esperaría su hijo.
Bajamos la montaña por el otro extremo para que Moralez no nos viera, sentimos un disparo y nos escondimos, ya estabamos bastante distanciados de la cabaña, pero pudimos ver salir a dos de los hombres de Moralez “pobre viejo” dijo Moisés afligido y escupiendo migas de chipaca. Corrimos hasta la ruta, me metí en una estación de servicio y me lavé, el olor era insoportable, parece que no era el pobre viejo el que apestaba, Moisés sacó algunas cremas de enjuague y un par de preservativos de la maquina que estaba rota y salimos, teníamos que tomar un colectivo, era urgente, Moralez nos pisaba los talones.